Sexo en una noche
Solo quiero este recuerdo. Aunque ya no recuerdo si era noche o era día, no recuerdo el día de la semana ni las prendas que tú y yo llevábamos puestas.
Recuerdo cómo en la penumbra de tu habitación, mis poros se fueron abriendo sólo con mirarte a los ojos; no recuerdo cual era mi edad, ni recuerdo la tuya.
Me daba miedo sentir el roce de tu piel, creía que si lo hacía, podría volcarme en ti como un salvaje.
Te fuiste acercando a mí, me sujetaste por el cuello, me pusiste de píe, me besaste muy tranquila y pasionalmente.
Luego me tumbaste, recuerdo tu pelo húmedo sobre mi cara, tus dedos rasgando mi espalda, escuchaba el sonido de nuestra humedad al juntar nuestros cuerpos.
Tus labios y tu lengua en mi pecho, tus dedos en mi abdomen, hacías que mi mandíbula cada vez se apretara más fuerte; mis dedos los tenía entrelazados sobre mi cabeza, poco a poco hacías arquear mi cuerpo y con ello se escapaba un leve gemido.
Mis manos no sabían que agarrar, la almohada sufrió una y otra vez la pasión de mis mordeduras; me abrazaste por la espalda, te hiciste dueña y señora de mi cuerpo, deslizabas tu lengua por mis orejas; entre más tenso me ponía, más clavabas tus dedos en mi pecho apretándolo con algo de rudeza.
Me susurrabas al oído y con ello, mi alma explotaba por partes; llegaste al falo, me hacías jadear cada vez más y más fuerte, las ropas que cubrían la cama, quedaron rasgadas entre mis dedos.
Llegó un momento en el que pensé que tenías dos, tres, cuatro bocas, porque tus labios los sentía en cada centímetro de mi cuerpo; pensé que tenías cuatro, seis, ocho manos, porque ellas me sujetaban con la más efervescente pasión.
Me hiciste sentir que no habría mañana, tus labios pintados de color rojo quedaron plasmados en todo mi cuerpo, quedaron plasmados en mi alma.
Mis jadeos hacían coro con los tuyos mientras que nuestros cuerpos danzaban al compás del sexo; nuestros movimientos se fueron haciendo cada vez más fulminantes; sentía que mi alma se desgarraba de mi cuerpo, tus manos empuñaban las mías, no se sabía quién apretaba con más fuerza, y como si fuésemos un volcán, hicimos erupción.
Perdí el conocimiento de todo, no sabía quién era; ahora no recuerdo más nada, y no quiero recordar, pues lo único que quiero guardar en mi memoria, es que tú y yo, fuimos dueños del universo.
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